La evidencia científica: elemento clave para la práctica de la enfermería

Si en el número pasado animábamos a la participación de las enfermeras en las convocatorias para la financiación de estudios de investigación primaria, en esta ocasión queremos centrarnos en la utilidad de la investigación secundaria como herramienta de consenso de los cuidados que ofrecen los profesionales de enfermería.

Si bien es cierto, que el nivel de participación de las enfermeras, como investigadoras principales o como co-investigadoras en proyectos de investigación, sigue siendo muy baja en nuestro contexto geográfico respecto de los estándares que se manejan en países más avanzados, esto no debe hacernos olvidar que uno de los objetivos de la investigación es la difusión y utilización de los resultados de investigación.

El movimiento de la Evidencia Científica, surgido en los países anglosajones en la década de los 90, ha tenido una expansión inusitada en el ámbito de las Ciencias de la Salud. Varios factores contribuyeron a ello. Quizá el más significativo haya sido el avance en las comunicaciones, la electrónica y la informática, que ha revolucionado el acceso y manejo de la información y ha contribuido poderosamente a la universalización del conocimiento. La consecuencia directa de esta globalización de la información ha sido la entrada en la escena de la toma de decisiones en el campo de la salud de más actores: a los profesionales de la salud se han venido a sumar los usuarios del sistema sanitario, que se presentan delante del experto con criterio propio.

El principio que sostiene la práctica basada en la evidencia es que los resultados de la investigación, la experiencia profesional, las preferencias de los pacientes y los recursos disponibles vienen a sustituir a las actuaciones fundamentadas en la tradición, las opiniones o la intuición de los profesionales que se consideraban a sí mismos como supuestos expertos.

Pero aunque la OMS misma nos anima a basar nuestra práctica enfermera en los resultados de la evidencia científica como una estrategia para fortalecer esta profesión, no debemos pensar que la base de este movimiento, que no es otra que el estudio crítico de la literatura circulante, supone un coste menor para el profesional que la investigación primaria. Porque, si bien es cierto que el coste económico puede ser menor en la investigación secundaria, las habilidades necesarias para realizar metasíntesis requieren de una profunda formación en disciplinas tales como la Bioestadística, la Epidemiología Clínica, o el manejo de fuentes documentales.

Y si este es el caso de la investigación cuantitativa, el investigador que pretenda llevar a cabo metasíntesis de estudios cualitativos debe tener un acervo de conocimientos importante en el campo de las Ciencias Humanas y Sociales, la Antropología, la Lingüística, el Psicoanálisis o las teorías económicas de nuestro tiempo, para poder comprender no sólo el significado de los hallazgos producidos en este tipo de estudios, sino el sentido que adquieren dentro de la investigación.