Bioética e investigación con humanos

José García Férez

El gran avance que se está llevando a cabo en la ciencia médica actual, tanto desde el punto de vista asistencial (diagnóstico y terapéutico principalmente) como de investigación clínica, está poniendo sobre el candelero social y profesional innumerables problemas éticos, unos por intentar jugar a ser aprendices de brujos y otros, la mayor parte de ellos, por no hacer las cosas sin una debida, correcta y buena guía ética. De eso se trata, de articular una posible normalización ética para todos aquellos procesos y procedimientos que versen sobre la praxis sanitaria, especialmente en el campo de la investigación biomédica.

En un terreno más concreto, el tema de la experimentación e investigación en seres humanos también suscita la necesidad de una importante reflexión ética, sobre todo en aras a situar los puntos de vista en los que dicha reflexión y acción deben desarrollarse. De hecho, convertir al hombre en objeto de la investigación y experimentación biológicas, es decir, en objetivo científico, supone asumir el riesgo de intentar no dañar en modo alguno la dignidad o la integridad (física, psicológica o moral) del sujeto de experimentación, es decir, es preciso valorar anticipadamente no sólo los deberes deontológicos y profesionales que se deben tener en cuenta (plano deontológico), sino las consecuencias y la repercusión que cualquier tipo de actos de esta índole puedan tener si atentan o violan de algún modo dicha dignidad humana (plano teleológico), y ello tanto desde el punto de vista de quien actúa (libertad del científico), como desde el punto de vista de quien es investigado (derechos del sujeto de investigación).

Es evidente que la investigación es parte esencial de la medicina y de la enfermería, pero no es menos obvio que también es imprescindible determinar qué tipo de investigación es la que se pretende llevar a cabo y con qué y para qué fines. Es más, pensamos que no debería emprenderse ninguna investigación clínica con sujetos humanos si no se cumplen una serie de requisitos científicos y éticos mínimos. Por de pronto, que dicha investigación beneficie directamente al sujeto investigado o a las personas que padezcan la misma enfermedad o trastorno que dicho sujeto, así como que también dicha investigación se realice sólo si los tratamientos previsibles para los que destinada van a ser más beneficiosos que perjudiciales para todos los implicados en dicho proyecto, esencialmente los pacientes.

Por otro lado, es fácilmente constatable que hoy día se están sucediendo vertiginosos avances en las ciencias biológicas, permitiendo actuaciones sobre el cuerpo que plantean serios problemas éticos respecto de la responsabilidad, la libertad, la honestidad y la congruencia del investigador-científico. Por ello se hace ineludible implantar una ética de la investigación clínica suficientemente fundamentada y validada que sirva como referente primario para delimitar, dentro de esta libertad del investigador, los procedimientos admisibles de los reprobables.

Entre los criterios éticos elementales que permitan justificar plenamente dicha intervención experimental en un paciente podemos señalar algunas exigencias éticas o requisitos de licitud. Estas pueden ser:

1. Conocer o prever de antemano qué peligros o complicaciones pueden sobrevenir a la investigación.

2. Prever los medios oportunos para que las posibles complicaciones no causen un grave perjuicio al sujeto de la experimentación ni a otros agentes implicados.

3. Tener informado en todo momento al sujeto de la investigación del desarrollo de todo el proceso experimental, así como de los riesgos y beneficios de dicha investigación, sin engañarles ni ocultarles la verdad.

4. No excederse de los límites de la investigación, tal como fueron autorizados por el sujeto de la experimentación (respetar el consentimiento informado concreto).

5. Evaluar y maximizar los posibles beneficios del experimento, tanto para el paciente, como para la sociedad, minimizando los posibles males que puedan ocasionarse.

Con todo y aun teniendo en cuenta estas sencillas bases, quizá el primero y más importante criterio ético, que bien podría servir como estandarte para los demás, sea el deber de exigir a toda investigación clínica la garantía de que a las personas con las que se experimente se les proporcionará el trato y el respeto que corresponde a su dignidad. Concebir a la persona humana desde su radical individualidad y singularidad, esto es, saber que cada uno es único, insustituible e irrepetible, supone establecer unos límites infranqueables en la experimentación con humanos. Estos límites vendrán a recoger que no puede haber ninguna razón o finalidad válidas en la investigación si esta pretende trasformar la persona humana en simple instrumento u objeto al servicio del capricho científico. Por eso, se puede concluir que el hombre no puede estar subordinado a ningún proyecto que lesione o falte a su dignidad.

Pero aparte del criterio de respeto a la dignidad de la persona y de toda vida humana también cabe sostener, dentro del soporte ético que queremos construir, una serie de principios, conocidos y empleados en la actual ética biomédica o bioética, que nos servirán de guía sobre este controvertido tema. Estos son: los principios de no-maleficencia, beneficencia, autonomía y justicia. Estos vendrían a decir que no sólo hay que respetar la integridad física y mental de toda persona, sino sus derechos y el bienestar común al que todos estamos llamados.

Por otro lado, hemos de destacar la función y misión de los comités de ética en los ensayos clínicos. En investigación clínica se hace cada vez más imprescindible la existencia y misión de los llamados comités de ética de investigación clínica o de ensayos clínicos, sobre todo para no dejar todo el peso del experimento en manos del equipo sanitario o al libre arbitrio de los investigadores y técnicos que participan en el mismo. Los Comités Institucionales de Ética para la Investigación Biomédica, más comúnmente conocidos y designados como Comités de Ensayos Clínicos, tienen una función consultiva, aunque ejercen un “poder” de referencia bastante amplio entre el personal sanitario. Su cometido es examinar la naturaleza, objetivos y métodos de los proyectos de investigación que se pretenden llevar a cabos. Tienen por misión, por tanto, enjuiciar, aprobar/rechazar y supervisar dichos proyectos.

El respeto a estos criterios éticos y el control ejercido por los llamados Comités Éticos de Ensayos Clínicos (CEEC), no supone pararle los pies a los científicos y mucho menos al progreso humano, más bien se trata de que algunas investigaciones presentes o futuras no se nos puedan ir de las manos y tengamos que arrepentirnos de haber dado un paso en falso o que éste sea irreparable. Pero no todo es malo en el marco de la investigación en seres humanos. De hecho, los grandes avances en farmacoterapia, en trasplantes de órganos, en terapia génica, etc., son algunos de los frutos positivos que el avance científico y los ensayos clínicos están consiguiendo para la humanidad. Y estos, no hubieran sido posibles si no se hubieran realizado experimentos con seres humanos. Otra cosa será determinar qué condiciones éticas serán las exigibles para que éstos se lleven a cabo correctamente. Esa será una tarea pendiente para los que hoy intentamos construir desde el presente un mañana mejor.

Ojalá las investigaciones clínicas y los investigadores de las mismas, se dejen llevar por la rectitud, por el amor a la verdad, por la búsqueda sincera de mejorar la situación humana y por una sensibilidad ética que haga distinguir a los científicos lo que está bien de lo que está mal.