La investigación y la cooperación para el desarrollo humano

Ana Polo Gutiérrez

Vivimos un tiempo en el cual se supone que el Desarrollo Humano es a la vez objetivo propio y supuesto de garantía para cualquier otro tipo de desarrollo, por ejemplo, el económico. La conceptualización del Desarrollo Humano nos describe unos componentes referidos a educación, salud y “expresión de libertad ciudadana”.

Dentro del componente de salud, el panorama mundial refleja un inequidad en aumento que se traduce, entre otros indicadores, en la no aplicación de servicios verificados como adecuados. Esta realidad es dominante en el sector público de los países con menos recursos no ocurriendo así en el sector privado de los mismos, donde sí se aplican, en general, las medidas pertinentes.

Para más inequidad, muchos de estos países dedican más producto interior bruto al sector privado que al público a pesar que este último también genera ingresos directos a las arcas del Estado, ya que la mayor parte de los actos del sector son pagados directamente por los usuarios del mismo y no proporcionados, si no se produce este pago directo.

Las acciones promotoras, preventivas y terapéuticas, que han aportado evidencia respecto a la consecución de resultados eficientes en las mejoras de las condiciones de vida de las personas, tienen que estar accesibles para todos y no sólo para un grupo determinado.

Trabajar para conseguir la accesibilidad y la utilización del conocimiento válido y fiable, el llamado científico, es necesario en todas las esferas de la actuación profesional, ya que la no utilización de las acciones eficientes supone un daño trascendente para todas las personas que lo viven. Esto ocurre independiente de la renta, la educación y otros importantes condicionantes; lo que no es independiente de los condicionantes sociales son las consecuencias de esta hecho dañino.

Conseguir Desarrollo Humano en poblaciones cuyos Estados destinan insuficientes recursos para que se produzca y las personas carecen de los mismos es el escenario en el que se plantean sus objetivos los programas, proyectos y acciones de cooperación internacional para el Desarrollo.

Si escasa es la accesibilidad y aplicabilidad del conocimiento científico existente, más escasa es la generación del no existente. Pocas acciones son sometidas al proceso de determinar en que medida y en que sentido una acción influye sobre la realidad y, si el objetivo perse de la acción cooperante es cambiar una realidad colmada de sufrimiento evitable, ¿cómo vamos a no medir el efecto de nuestras acciones? ¿Cómo vamos a utilizar los escasos recursos disponibles en medidas no garantizadas? ¿Cómo vamos a no generar desarrollo humano e incluso a generar no desarrollo humano?

Necesitamos generar el conocimiento necesario que sustente nuestros programas y si ya existiera utilizarlo. Es un deber.