Montserrat Solís Muñoz
Recientemente he impartido dos cursos de formación continuada dirigido a enfermeras, matronas y fisioterapeutas en dos hospitales públicos de la Comunidad de Madrid. En el primero se trataba del primer curso que se organizaba en el centro sobre Introducción a la Investigación en Enfermería y en el segundo se trataba de uno de los varios cursos que se imparten relacionados con la formación continuada en investigación, pero con la peculiaridad de que era la primera edición de un curso sobre Práctica Basada en la Evidencia.
En el primer hospital quedé gratamente sorprendida por los trabajos que algunos de los asistentes habían iniciado, a pesar de reconocer todas las limitaciones que existían en su centro para el desarrollo de trabajos de investigación, principalmente por la inexistencia de unidades de apoyo. En el segundo centro, varios de los alumnos estaban desarrollando proyectos de investigación financiados con fondos públicos, bien como investigador principal o colaborador, y otros estaban inciando algún trabajo de investigación. En los dos centros, algunos de los alumnos tenían finalizada una licenciatura, estaban cursándola en la actualidad o estaban desarrollando algún Máster. La mayoría de los alumnos de ambos hospitales tenían en común que carecían de formación en investigación; coincidiendo todos en la necesidad de fomentarla en todos los centros.Este panorama se repite continuamente, tanto en atención especializada como primaria, en Madrid y en toda España. ¿Qué ha cambiado en los últimos años? Algo fundamental, el incremento del número de enfermeras formadas en investigación, que están repartidas por todo el territorio nacional, liderando proyectos, aumentando la producción científica de calidad, fomentando la investigación, actuando como formadoras de otros profesionales que se inician; en definitiva, fomentando el enriquecimiento científico y el desarrollo profesional.
Siguiendo en la dirección que apuntaba Ana García Pozo en la firma invitada de la revista nº 43, el primer hospital no cuenta con unidades de apoyo para el desarrollo de la investigación enfermera y la persona más interesada en promocionar esta filosofía de trabajo, lo hace además de todas las tareas que desempeña en la gestión de la formación y la calidad de su centro. En el segundo hospital existe tradición investigadora en enfermería, con una enfermera dedicada exclusivamente a promover la investigación entre los profesionales que dependen de la Dirección de Enfermería; además el centro cuenta con unidades de apoyo para el desarrollo de trabajos de investigación en enfermería en todas sus fases (apoyo metodológico, creación de bases de datos, análisis estadístico, solicitud de subvenciones, difusión, etc) y anualmente saca convocatorias de ayudas para investigación y actividades complementarias.
Esta diferencia respecto a la dotación de recursos favorece un claro distanciamiento en la producción científica de ambos centros, en términos de trabajos de investigación en marcha, proyectos financiados, comunicaciones en congresos, publicaciones, etc, pero lo más destacado es la diferencia existente en el número de profesionales implicados en trabajos de investigación, motivados y comprometidos con el cambio, que necesitan cubrir sus demandas más inmediatas como resultado de su compromiso con la investigación, que es la necesidad de formación más específica. Está claro que las limitaciones y barreras que encuentran las enfermeras del primer hospital, que carecen del soporte necesario para el desarrollo de proyectos, son mayores que las del segundo. Sin embargo, los profesionales que asisten a estos cursos de forma incondicional (después de un turno de noche, en sus días libres, solicitando cambios en los turnos, ...) tienen en común el entusiasmo por adquirir conocimientos y habilidades que les permitan encontrar respuestas a sus preguntas, a sus inquietudes profesionales y, sin duda, por mejorar su práctica clínica. ¿Pero por qué son minoría? ¿Por qué una y otra vez son siempre las mismas enfermeras, matronas o fisioterapeutas las que asisten a cursos relacionados con la investigación, las que están dispuestas para constituir grupos de trabajo, las que miran al futuro con la convicción de que el desarrollo profesional tiene que seguir el camino de la investigación y de la integración de sus resultados en la práctica clínica?
De momento, se me ocurren dos argumentos posibles: el posicionamiento individual frente al desarrollo profesional y el posicionamiento de las Direcciones de Enfermería frente al compromiso de mejorar los resultados en salud de los usuarios. El posicionamiento individual frente al desarrollo profesional implica poder responder a preguntas del tipo: ¿cómo me veo como profesional de la salud? ¿Qué tipo de trabajo hago? ¿cómo lo hago? ¿mi forma de trabajar es distinta a la de los demás? Y si es así, ¿por qué? ¿qué entiendo por desarrollo profesional? ¿por qué es importante la formación en mi profesión? ¿qué me ofrece la formación y la investigación en el desarrollo de mis competencias? ¿cuál es mi grado de compromiso respecto a los cuidados de mis pacientes? ¿qué grado de responsabilidad tengo en la mejora de los resultados en salud dentro de la institución donde trabajo? Todas estas preguntas generan debates muy ricos, pero siempre hay discursos que se repiten una y otra vez, durante años, ajenos a los avances del conocimiento como resultado de las investigaciones realizadas en los últimos tiempos y al desarrollo de múltiples organismos precursores de la investigación y de la práctica basada en la evidencia, como ocurre con el Centro Cochrane, INVESTEN, el Centro Colaborador del Instituto Joanna Briggs, el grupo Index, la FUDEN, etc.
Los discursos que se repiten son los relativos a la gran variabilidad en la práctica, a la falta de argumentos sólidos que respalden los cuidados que se aplican a los pacientes y sus familias, al desconocimiento de los resultados del trabajo enfermero referidos a los cuidados, a las dificultades en la búsqueda de consenso entre los profesionales de un mismo equipo de trabajo, al desconocimiento de la existencia de evidencias científicas que garanticen mejores resultados en salud, a las limitaciones en la aplicación de las nuevas evidencias halladas por la resitencia al cambio de muchos profesionales, etc. ¿Y cómo podemos intentar superar estas barreras y promover un verdadero cambio en la mente de los profesionales que les lleve a una mejora continua de la práctica clínica? Sin duda, tienen que conocer de cerca qué es la práctica basada en la evidencia, qué supone para su práctica clínica, qué papel ejercen como profesionales individual y colectivamente; en definitiva, tienen que sentir la necesidad de integrarla y evaluarla, tienen que ver la necesidad del cambio y, por tanto, del compromiso con esa filosofía de trabajo.
El posicionamiento de las Direcciones de Enfermería frente al compromiso de mejorar los resultados en salud de los usuarios, puede tener muchas lecturas, pero tal y como recoge el proyecto Séneca sobre estándares de calidad de cuidados para la seguridad del paciente, una de las actuaciones más inmediatas iría encaminada hacia la transformación progresiva de la forma de cuidar, implementando cambios y evaluando los resultados en salud. Y eso sólo puede conseguirse si se genera la necesidad de compromiso profesional con dicho cambio y dotando a los profesionales de herramientas adecuadas para que eso sea posible. Sin duda, las herramientas de las que hablamos son las que se consiguen a través de la formación continuada de los profesionales, dirigida a la aplicación de los conocimientos y habilidades adquiridas en su práctica clínica.
¿Por qué es necesario integrar la práctica basada en la evidencia en la formación continuada? Son muchas las posibles respuestas, pero algunas de las que tienen mayor peso serían porque:
En definitiva, la práctica basada en la evidencia puede ser una realidad si los profesionales tienen una actitud crítica hacia su forma de trabajar y se cuestionan la posible mejora de los resultados en salud de los pacientes a los que atienden. Pero, para que no se quede en esfuerzos individuales, las direcciones de enfermería deberían ser difusoras de esta filosofía de trabajo, comprometiendo a todos los profesionales en la implementación de las prácticas clínicas que garanticen los mejores resultados en salud (es decir, mediante la elaboración de protocolos, vías clínicas, compendios de cuidados, guías de práctica clínica, etc, basadas en las mejores evidencias disponibles; seguido de su implementación y evaluación). De esa forma, se genera una necesidad, la de adquirir conocimientos y habilidades en Práctica Basada en la Evidencia, para lo cual sería necesario ediciones periódicas de cursos impartidos desde formación continuada.