Todos los pacientes crónicos son ancianos?

Al pensar en un paciente crónico, nos imaginamos a una persona mayor, con limitaciones en su autonomía, y que, como consecuencia de lo anterior, requiere de alguien (un cuidador formal o informal) que le ayude en el desempeño de las actividades de la vida diaria. Pero esta representación mental podríamos decir que es compartida, al menos, en la sociedad actual en diferentes culturas, pues si realizamos una búsqueda bibliográfica simple combinando estos dos términos (cronicidad AND dependencia), obtenemos muchos registros que reflejan este (podríamos decir) “estereotipo de paciente crónico”, pues la gran mayoría de los artículos recuperados versan sobre personas ancianas dependientes y con enfermedades crónicas y discapacitantes (1,2,3,4). Desde esta perspectiva, se abordan diferentes aspectos relacionados con este tema como pueden ser el cuidado y la atención al cuidador informal (2,4), la prevalencia de dependencia funcional y las enfermedades crónicas que se le asocian (1), o la atención domiciliaria tras el egreso hospitalario en ancianos con dependencia funcional (3), por poner algunos ejemplos.

También estudios sobre el estereotipo asociado a la vejez ponen de manifiesto esta asociación. Un estudio realizado por el Centro de Investigaciones Sociológicas en 2008 (citado por López) observó que tanto en el grupo de personas de mayores de 65 años (el grupo estereotipado) como en el grupo de personas que no pertenecen a este grupo (cuyos rangos de edad oscilaban de los 18 a los 65 años), había dos aspectos fundamentales para la categorización social: la edad y el deterioro de salud, de manera que los rasgos más representativos asignados a las personas mayores de 65 años eran: dependiente, enfermo y triste (por este orden). Además, como López y cols. indican, la edad es un rasgo central que, como tal, influye de manera determinante en la impresión global final, pues activa el estereotipo asociado a los mayores y organiza el resto de información. Así, una misma limitación en la autonomía es percibida como más discapacitante en una persona mayor que en una persona más joven (5).

En España quizás esta asociación ha sido en los últimos años aún más reforzada por la Ley 39/2006, de 14 de diciembre, de Promoción de la Autonomía Personal y Atención a las personas en situación de dependencia (popularmente conocida como Ley de Dependencia). Esta ley fue elaborada con el objetivo de: “regular las condiciones básicas que garanticen la igualdad en el ejercicio del derecho subjetivo de ciudadanía a la promoción de la autonomía personal y atención a las personas en situación de dependencia, en los términos establecidos en las leyes, mediante la creación de un Sistema para la Autonomía y Atención a la Dependencia, con la colaboración y participación de todas las Administraciones Públicas y la garantía por la Administración General del Estado de un contenido mínimo común de derechos para todos los ciudadanos en cualquier parte del territorio del Estado español”, y en cuya exposición de motivos se argumenta que el envejecimiento de la población es uno de los orígenes del aumento de la dependencia (6).

Sin embargo, la enfermedad crónica se define como aquella en la que se dan ciertas características, que podríamos resumir en las siguientes (7):

• Es un padecimiento incurable: permanente e irreversible con periodos de remisión y recaídas.

• Su etiología es multicausal, puesto que están asociadas a diversos factores químicos, físicos, ambientales, socioculturales, o incluso con los estilos de vida.

• Originan algún grado de incapacidad, puesto que tienen secuelas a nivel físico y/o psíquico, mermando la calidad de vida de quienes las padecen, por ello, requieren que el paciente o sus cuidadores reciban un entrenamiento o aprendizaje específico para prestar los cuidados que la persona enferma requiere. Este tipo de patologías, pueden, por tanto, suponer un cierto sentimiento de pérdida para quienes las padecen, con respecto a su calidad de vida anterior.

Estas características de la enfermedad crónica unido al hecho de que, como se indica en la ya citada Ley 39/2006, la supervivencia de las personas con patologías crónicas o con alteraciones congénitas ha aumentado en las últimas décadas, hacen que actualmente la actuación ante la cronicidad y la dependencia sea “uno de los principales retos de la política social de los países desarrollados”, como se indica en dicha ley (6).

Sin embargo, si nos ceñimos a las características de las enfermedades crónicas, comprobamos que en ninguna de ellas aparece la edad como un criterio para clasificar las enfermedades como agudas y crónicas, porque, de hecho, y pese a que efectivamente el estilo de vida puede ser un factor de riesgo para su aparición, esto no es óbice para que este tipo de enfermedades puedan desarrollarse en cualquier momento del ciclo vital (incluso en el periodo prenatal, como, por ejemplo, si la gestante tiene un déficit de yodo, lo que origina trastornos en el desarrollo cerebral y neurológico de su hijo, que ya serían irreversibles en el momento del nacimiento).

Queda, por tanto, patente que la enfermedad crónica puede aparecer en cualquier persona, a cualquier edad y en cualquier condición social; sin embargo, como las líneas estratégicas suelen venir determinadas en base a criterios de coste de oportunidad, es decir, la toma de decisiones se hace en base al coste o privación de recursos para conseguir la mayor rentabilidad, pueden quedar excluidos parte de los pacientes crónicos, como pueden ser los niños y los pacientes con patología mental crónica. Cabe, por ello, preguntarse si el criterio de coste de oportunidad es adecuado en la economía sanitaria, teniendo en cuenta que a partir de estas prioridades derivarán líneas estratégicas a otros niveles, como pueden ser líneas de investigación.

Ana Belén Salamanca Castro



Bibliografía

1. Barrantes Monge M, García Mayo EJ, Gutiérrez Robledo LM, Miguel Jaimes A. Dependencia funcional y enfermedades crónicas en ancianos mexicanos. Salud Publica Mex. 2007. 49 supl 4:459-464. Citado 14 abr 2014. Disponible en: http://www.scielo.org.mx/pdf/spm/v49s4/v49s4a04.pdf

2. Barrera Ortiz L, Blanco de Camargo L, Figueroa Ingrid P, Pinto Afanador N, Sánchez Herrera B. Habilidad de cuidadores familiares de personas con enfermedad crónica. Mirada internacional. Revista Aquichan. 2006 Oct. 6(1):22-33. Citado el 10 abr 2014. Disponible en: http://redalyc.uaemex.mx/pdf/741/74160104.pdf

3. Espinel Bermúdez MC, Sánchez García S, Juárez Cedillo T, García González JJ, Viveros Pérez A, García Peña C. Impacto de un programa de atención domiciliaria al enfermo crónico en ancianos: calidad de vida y reingresos hospitalarios. Salud Publica Mex. 2011 Ene-Feb. 53(1):17-25. Citado el 10 abr 2014. Disponible en: http://bvs.insp.mx/rsp/articulos/articulo.php?id=002559

4. Rojas Martínez MV. Asociación entre la habilidad de cuidado del cuidador, el tiempo de cuidado y el grado de dependencia del adulto mayor que vive en situación de enfermedad crónica, en la ciudad de Girardot. Av Enferm. 2007 Ene-Jun. 25(1):33-45.

5. Bustillos López A. Influencia de los estereotipos asociados a la edad en la salud de los mayores. En: López Sáez M, Gaviria Stewart E, Bustillos López A, Fernández Arregui S. Cuaderno de Investigación en Psicología Social. 2010. Madrid: Sanz y Torres; pp. 115-129.

6. Boletín Oficial del Estado. Ley 39/2006, de 14 de diciembre, de Promoción de la Autonomía Personal y Atención a las personas en situación de dependencia. Citado el 11 abr 2014. Disponible en: http://www.boe.es/boe/dias/2006/12/15/pdfs/A44142-44156.pdf

7. Poveda Salvá R. Generalidades sobre el paciente crónico. Citado el 11 abr 2014. Citado el: http://www.aniorte-nic.net/apunt_cuidad_cronic_1.htm