Investigación enfermera: la gran olvidada de Bolonia

Laura África Villaseñor Roa

Muchos han sido los cambios que afortunadamente han ido desarrollándose en los planes de estudio de las enfermeras.

Sin lugar a dudas, en 1977 con la diplomatura, se produjo el cambio más importante, o al menos el que supuso el mayor salto, no sólo en los planes de estudio, sino también en el papel que adquirieron las enfermeras entre el profesorado integrante de las Escuelas de Enfermería, antes protagonizado fundamentalmente por médicos.

Sin embargo, el enfoque medicalista ha seguido estando muy presente en las materias impartidas, llegando hasta nuestros días. No hay más que echar un vistazo a los diferentes planes de estudio de las universidades españolas para ver la carga lectiva que ocupan aquellas materias específicas de la ciencia enfermera y aquellas enfocadas a la fisiopatología propiamente dicha (enfermería medicoquirúrgica, farmacología, etc.), de un carácter mucho más biologicista.

Importantes esfuerzos han realizado y siguen realizando algunas enfermeras del ámbito académico para modificar esta situación y dotar de mayor carga lectiva a aquellas asignaturas del área de conocimiento enfermero, aunque este esfuerzo no ha obtenido la respuesta proporcionalmente esperada por parte de las universidades, quienes, finalmente, son las que fijan los programas curriculares.

De esta manera, han ido cobrando protagonismo asignaturas como “Fundamentos e Historia del cuidado”, “Metodología enfermera” o “Gestión y Administración de los servicios enfermeros”, así como la aplicación de las ciencias psicosociales al cuidado, pero mi pregunta es: ¿Dónde está la investigación?

Cuando yo era estudiante de enfermería, en la escuela nos insistían en que la investigación era una importante función de la enfermera (función asistencial, investigadora, docente y administrativa); nos insistían en romper con los estereotipos que nos hacían pensar que investigar era algo propio de otras disciplinas (biólogos, médicos, físicos, etc.), y que las enfermeras estábamos capacitadas para investigar y teníamos un amplio campo para investigar.

Y así fue, nos lo empezamos a creer, empezamos a asumir que las enfermeras podíamos y debíamos investigar. Es más, la Metodología de la investigación pasó a ser una asignatura en muchas universidades (si bien es cierto, que con carácter optativo en la mayoría de ellas). Incluso, cuando se hablaba de la futura licenciatura en enfermería, se comentaba que se ampliarían los créditos para profundizar en el pensamiento y la epistemología enfermera, y en la investigación enfermera.

Pasó a ser también una materia de obligado estudio para el desarrollo profesional, pues en las diferentes pruebas selectivas a las que las enfermeras se enfrentan durante su vida profesional (oposiciones, acceso a las especialidades…) se exigen competencias y capacidades en investigación enfermera.

Pues bien, hasta aquí todos contentos, pero cuál es mi sorpresa cuando, al analizar detenidamente los nuevos planes de estudio de los Grados en enfermería de diferentes universidades, veo que en la práctica totalidad de ellas no existe ninguna asignatura de carácter troncal u obligatorio de investigación enfermera, a lo sumo, alguna materia optativa sobre búsqueda bibliográfica o alguna asignatura que engloba estadística y unas nociones básicas sobre tipos de estudios de investigación.

¡Qué gran decepción! Y yo que pensaba que el Grado iba a marcar un antes y un después en el desarrollo de la investigación enfermera. Permítanme decirles, distinguidas autoridades universitarias, que éste no es el camino.

El camino pasa por integrar la investigación al pensamiento y a la práctica enfermera desde la formación pregrado, así como ampliar la oferta formativa postgrado en esta materia, con títulos oficiales de Experto y Máster que nos permitan desarrollarnos académicamente dentro del área de conocimientos de enfermería, para que seamos las enfermeras, en colaboración con otros profesionales, las que formemos a las futuras enfermeras, y dotemos a esta profesión de la excelencia buscada y tantas veces coartada por ese techo de cristal al que nos enfrentamos las enfermeras históricamente.