Red de Universidad Saludable: Un punto de encuentro entre promoción de la salud y la universidad

Carmen Gallardo Pino

El texto que presento hace referencia a las múltiples posibilidades de aplicar la promoción de la salud a las diferentes misiones que tenemos en las universidades. Partiendo del modelo descrito en el Informe Delors (1994), nos planteamos la necesidad de integrar la docencia, la investigación, la gestión y la transferencia de conocimiento a/de la sociedad.

El concepto de salud que nos lleva a integrar la promoción de la salud en el contexto universitario tiene la particularidad de ser bidireccional. Esto es, por un lado algunos miembros de la comunidad universitaria (en plantilla o estudiantes) toman la opción de ser agentes promotores de salud en cualquiera de los cursos o actividades de concienciación que proponemos. Por otro lado, el hecho de plantear estas líneas de actuación respondiendo a un concepto de salud bio-psico-social nos permite abarcar todas y cada una de las facetas de la vida cotidiana de esas personas que ya han tomado la opción de vivir de otro modo. Desde los orígenes, tuvimos la convicción de que la salud se promueve más y mejor partiendo de su vertiente social y psicológica para llegar por fin a una manera de entender el cuerpo que somos como el contenedor de nuestras relaciones sociales, emociones y vivencias.

En una primera fase de redes de universidades saludables hemos ido compartiendo experiencias con otras instituciones que o bien hacían promoción de la salud sin nombrarla de este modo o bien tenían una pretensión clara de elaborar un programa de promoción dirigido a uno o varios de los colectivos presentes en su universidad. Todo tipo de proyecto tiene cabida en un modelo integrador que busca el bienestar de la comunidad universitaria y de la sociedad en su conjunto. Solemos decir que la salud resulta un paraguas incontestable a la hora de fundamentar una iniciativa transformadora porque nadie puede negar la pertinencia de los esfuerzos por mejorar las condiciones de vida. Al entender la salud primero en su faceta más social, luego en la psicológica y finalmente en la más obvia de lo biológico, nos dirigimos a un público objetivo poco definido en el que todas las posiciones encuentran su ubicación. En efecto, todas las universidades promueve la salud desde un ámbito puramente preventivo, en cumplimiento de la normativa vigente y asegurando que los entornos laborales sean lugares “seguros” para trabajar. Este perfil de universidad se centra en un modelo de institución como empresa que gestiona las medidas preventivas necesarias mediante el departamento de medicina del trabajo y los profesionales expertos en salud laboral. El nivel de implicación de este modelo es más bien bajo puesto que, como decíamos antes, estas medidas resultan de obligado cumplimiento y no son más que un punto de partida por el que iniciar una actuación en promoción de la salud de más amplio alcance.

La siguiente fase en este proceso de afianzamiento de universidades saludables se encuentra en la toma de decisión, no obligatoria pero sí consciente, de promover la salud en la universidad. Estamos considerando la institución como una entidad cercana al movimiento asociativo desde el ámbito de las fundaciones que trabajan por la mejora de la salud de la población en el tercer sector, instituciones que apoyan la atención a las personas con discapacidad sin que sea necesario un programa de voluntariado que canalice estas iniciativas, grado que permite avanzar en esta hoja de ruta. El trabajo de investigación propio de toda institución de educación superior hace que esta fase conlleve un nivel moderado de implicación puesto que la atención a la diversidad no se encuentra del todo regulada por ley y requiere una aproximación de análisis de las necesidades acompañada de un tratamiento personalizado de los casos que solicitan intervención. Por medio del Programa de atención a las personas con discapacidad podemos responder a las demandas de un grupo de estudiantes y también de trabajadores que tienen la especificidad de una diversidad funcional y el derecho a que se les garantice la igualdad de oportunidades.

Las universidades tenemos una vocación formadora como primera misión aunque los procesos de selección de profesorado centrados en las carreras investigadoras más que en la docencia tienen la consecuencia de desplazar el interés de los docentes por la docencia. La política universitaria se ve obligada a una revisión de este modelo en aras de servir a la sociedad como institución de formación para el empleo de jóvenes todavía no insertos en el mercado laboral tanto como de profesionales con necesidades de completar, actualizar o renovar su formación profesional. En este modelo la universidad es la institución educativa centrada no sólo en la gestión y la investigación, sino también en la docencia como tarea primordial que permite llevar la promoción de la salud a las aulas. Los docentes universitarios somos figuras referenciales en unos años de la trayectoria vital de los jóvenes que resultan determinantes en la consolidación de un estilo de vida u otro. Si iniciamos el proceso de alfabetización en salud por la parte de la comunidad universitaria que trabaja como plantilla de la institución, estamos consiguiendo que se propague la acción y que perdure dado que los trabajadores estamos más tiempo en la universidad que los estudiantes.

Por fin, estamos llegando a una salud social que nos permite incorporar propuestas de fomentar la participación y el empoderamiento en salud en toda la comunidad universitaria. Cualquiera de los cursos de Habilidades para la vida del programa de Promoción de la salud y el bienestar que incorporamos en actividades extra-académicas para estudiantes y profesorado o personal de administración tienen cabida en este modelo de universidad saludable propiamente dicho que ya está integrando un concepto de salud biopsicosocial como el que describe la OMS desde mediados del siglo XX y que no por más obvio es más fácil de encontrar.

En la cuarta fase de este modelo buscamos definir una universidad desde el concepto de entorno saludable. Creemos que no puede haber una universidad saludable que no sea sostenible, de ahí que con la creación de la Oficina verde hayamos podido poner en marcha esta vuelta de tuerca más en el proceso de constituirnos en una universidad saludable integral e íntegra. La institución educativa en la que promovemos la salud es también un entorno desde el punto de vista medioambiental, y en tanto tal, tenemos unas exigencias de gestión eficiente de recursos energéticos, anteriores a la situación de restricción presupuestaria, aunque acrecentadas por ésta. El entorno sostenible en el que queremos trabajar y estudiar ha de ser una universidad que nos permita reforzar el sentido de coherencia al promover la salud en un contexto socioeconómico tan hostil como el que vivimos. La universidad será más saludable en tanto en cuanto tenga vocación de serlo y esta intencionalidad la llevará a sostener el modelo cuando, para los agentes promotores de salud que somos y queremos ser, este estilo de vida no tenga vuelta atrás.

En la actualidad, el programa Universidad saludable tiene la fortuna de verse en el espejo de otras iniciativas homólogas en otras universidades españolas y extranjeras. Este trabajo en red ha supuesto para nosotras el apoyo necesario para seguir adelante por saber que no estábamos solas y que no estábamos equivocadas. Cuando compartimos este trabajo en el contexto de los muchos encuentros, jornadas de intercambio de experiencias y congresos a los que asistimos, comprobamos con satisfacción que existen iniciativas similares a la nuestra más por un sentido de coherencia, que diría Antonovsky, que por pura casualidad. La coordinación de la Red española de universidades saludables, REUS, nos ha permitido la participación y dinamización de otras redes a nivel regional, Red Madrileña de Universidades Saludables (REMUS), e internacional, Red Iberoamericana de Universidades Promotores de Salud (RIUPS) y Red Europea de Universidades Saludables (EuroHPU). Esta posibilidad de contrastar opiniones genera un afianzamiento de la fundamentación del programa pero también una necesidad de ir más allá. Este ciclo retroalimentado es el modelo holístico al que queríamos llegar hace años para promover la salud no sólo en el ámbito universitario sino fuera de él. El aprendizaje servicio incorporado en el contexto de la docencia, de la investigación aplicada a la formación y gestionado para articular la universidad y la sociedad a la que nos debemos, nos permite integrar la promoción de la salud en todas las políticas y para toda la población.