¿Medir el factor de impacto o medir el impacto de la investigación?

El pasado 7 de junio estuve en una jornada organizada por la Asociación Madrileña de Investigación en Enfermería (ASOMIEN) donde Ana García Pozo planteaba la pregunta que da título a este editorial y que me pareció sería un interesante tema para reflexionar: ¿se debe medir el factor de impacto de las revistas, o sería más adecuado medir el impacto que los resultados de las investigaciones tienen en la salud de la población?.

Recordemos que el factor de impacto es un índice bibliométrico, un cociente, que se calcula dividiendo el número de citas que, en un año determinado (por ejemplo, en 2012), reciben los artículos que una determinada revista ha publicado durante los dos años anteriores (por ejemplo, en 2010 y 2011) entre el número total de artículos publicados en esos dos años (2010 y 2011) por esa revista. Este índice es calculado por el Journal Citation Report (JCR), que hizo públicos los nuevos factores de impacto (los correspondientes al año 2012) el 20 de junio.

Puede ser que medir el factor de impacto sea una consecuencia más de la preponderancia del número en la sociedad, de lo objetivo frente a lo subjetivo. Estamos acostumbrados a cuantificar todo lo posible porque parece que debemos dar números si queremos ser tomados en serio, pues como decía Antoine de Saint-Exupéry (el autor de El principito) “A los mayores les gustan las cifras. Cuando se les habla de un nuevo amigo, jamás preguntan sobre lo esencial del mismo. Nunca se les ocurre preguntar: "¿Qué tono tiene su voz? ¿Qué juegos prefiere? ¿Le gusta coleccionar mariposas?" Pero en cambio preguntan: "¿Qué edad tiene? ¿Cuántos hermanos? ¿Cuánto pesa? ¿Cuánto gana su padre?" Solamente con estos detalles creen conocerle”. Aún así, sesgos sociales aparte, parece sensato evaluar la importancia relativa, la influencia (o puede que también la calidad, como algunos indican) de una revista a partir de un número, resultado de la cantidad de citaciones que tengan los artículos que publica pero, ¿alguien se ha parado a evaluar la utilidad de esos datos? ¿No sería mejor medir el impacto en la salud de la población de las investigaciones que realizamos y no tanto su impacto bibliométrico?

Al fin y al cabo, la investigación científica debe focalizarse hacia la adquisición de nuevos conocimientos que a su vez permitan una mejor atención a las personas; por tanto, quizás quedarse en el eslabón medio de la cadena (la generación de conocimiento) sin que se verifique hasta qué punto tal conocimiento ayuda a la población puede ser insuficiente, amén del hecho de que aumentar el factor de impacto pueda convertirse en la lucha de los editores quedando en un segundo plano otros aspectos relacionados con la publicación científica.

Además, parece irónico que si abogamos por prácticas basadas en evidencias, por el desarrollo de investigaciones traslacionales, y por valorar la utilidad y la aplicabilidad de los hallazgos procedentes de los estudios de investigación (como hacemos cuando valoramos su validez externa), no potenciemos la medición del impacto en la población de los conocimientos que generamos (y por ende, de los estudios que hacemos).

Ana Belén Salamanca Castro

Referencias:

1ª Jornada de la Asociación Madrileña de Investigación en Enfermería. Investigación en enfermería: generando soluciones. 2013 Jun 7. Madrid: Colegio Oficial de Enfermería de Madrid; 2013.

De Saint-Exupéry A. El Principito. 2010. Barcelona: Salamandra; p. 19.