A la meta de la carrera científica llegan más hombres

El pasado mes de julio se presentó el informe “Científicas en cifras 2013, estadísticas e indicadoras de la (des)igualdad de género en la formación y profesión científica”, elaborado por la Unidad de Mujeres y Ciencia a partir de datos propios y del Instituto Nacional de Estadística. Según las cifras aportadas en él, solo el 19.5% de los puestos altos de la carrera científica en la universidad pública lo ocupan mujeres, es decir, esa es la proporción de mujeres que son catedráticas o profesoras eméritas (puestos que reciben la consideración de Grado A en la estandarización internacional de las categorías profesionales para el personal investigador). Análoga situación encontramos en el Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), el mayor organismo público de investigación, donde el 76.12% de los profesores de investigación son hombres; empero, sí hay más mujeres como personal en I+D técnico y auxiliar por investigador, donde la ratio para las mujeres es de 0.72, mientras que para los hombres es de 0.60.

En el conjunto de la Unión Europea la situación es muy similar ya que, según los últimos datos del informe She Figures 2012, publicado por la Comisión Europea cada tres años con el objetivo de analizar la igualdad de género en el campo de la investigación, en las universidades públicas de la Unión Europea el 20% de catedráticos o profesores eméritos son mujeres.

Sin embargo, en 2012 el porcentaje de mujeres que obtuvieron el doctorado fue casi del 50%, por tanto, podríamos decir que en el punto de partida de la carrera investigadora la proporción de hombres y mujeres es igual pero, en esta carrera, son finalmente los hombres quienes llegan en mayor proporción a la línea de meta. Como afirma Inés Sánchez de Madariaga, Directora de la Unidad de Mujeres y Ciencia, existe una brecha de género desproporcionada al comparar la participación de las mujeres en los puestos de Grado A.

La situación actual supone, en palabras de Sánchez de Madariaga, “un avance consistente, pero demasiado lento”, puesto que el número de mujeres investigadoras se ha incrementado en el periodo de 2008 a 2012, hasta llegar al 38.5% de mujeres entre el personal investigador actual. Este dato, de acuerdo al informe elaborado por la Unidad de Mujeres y Ciencia, refleja parcialmente un fenómeno generacional, considerando que el avance hacia las escalas superiores es lento si se tiene en cuenta el número de mujeres con antigüedad suficiente para acceder a esos puestos. Esta situación seguramente es también una consecuencia inevitable del devenir histórico de la mujer en la ciencia e incluso, podríamos decir, en la sociedad, ya que es en los puestos de menor responsabilidad y prestigio, menor compensación económica y menor estabilidad laboral, donde las mujeres tienen mayor representación. Cabe preguntarse si todo ello es consecuencia de la invisibilidad que ha tenido la mujer en la historia de la humanidad, o si responde a patrones socialmente compartidos, pero ese tema será objeto de reflexión en otro editorial.

Ana Belén Salamanca Castro