El laberinto de los cuidados

Autores/as

  • Javier Manuel Yagüe Sánchez

Resumen

Estimado Sr. Director:

Por más que intento resolver este galimatías, no acabo de encontrar respuestas a mis preguntas, desde el día en que -allá por los años ochenta- me propuse ser enfermero.
Afloran a mi memoria multitud de acontecimientos que son semblanza de una profesión caracterizada por las transformaciones, que evoluciona al mismo ritmo que otras disciplinas, favorece el cambio y se vislumbra como la “otra” parte con la que hay que contar. Atrás queda el servilismo, la asignación de responsabilidades que no nos eran propias, las órdenes viscerales, y, tantos y tantos otros ejemplos.
Convendrá usted conmigo que hay que dar un giro copernicano a ciertas actitudes de ciertos profesionales. Algunos padecemos el síndrome del llanero solitario en esto de defender los conceptos de la nueva enfermería. Nada nuevo comento, ni nada distinto habrá leído en tantas cartas; pero creo que debemos volver a utilizar la enseñanza ante los insensatos. Ya nos enseñaron la sutil diferencia entre curar y cuidar. A los que elegimos la segunda opción, no nos duelen prendas en asimilar que seguimos batallando porque se nos reconozca nuestra labor. Guerreando entre nosotros y entre ellos. Y es aquí donde la línea de flotación de mi barco, cargado de ilusión y trabajo, se ve amenazado con ser hundido. Poco a poco, a veces, se me hace cansino la verborrea de los ignorantes. Empiezo a estar harto de contestar a las mismas preguntas, harto de explicar hacia donde vamos, harto de ejercitar la actitud mental positiva, harto de los erráticos profesionales de turno. Me muevo en un mundo de otros tiempos, algunos creen estar todavía en brazos de Florence; a pesar de que las manos que nos acuna son las de Madeleine. Cabalgamos en caballos diferentes, unos utilizan jamelgos o rocines; sin embargo -los menos- montan verdaderos corceles. Espero que la meta sea la misma, y que, antes o después, todos lleguemos.
Sigo preguntándome contra quien lucho, contra los molinos o mis células grises. Se me antoja una lucha entre paranoica y esquizofrénica. Para algunos este problema está superado; pero para mí, que convivo día a día con otros compañeros que no acaban de entender este giro conceptual, es un tema de rabiosa actualidad. Parecemos bichos raros, somos los inteligentes del club de los vanguardistas. Para los que algunos lo tenemos tan claro, a otros se les hace un mundo cuesta arriba. El cambio siempre es doloroso, máxime si viene además propiciado por el sistema sanitario. Todo aquello que huele a institucional suelta un tufo poco agradable para los incrédulos, se muestran reacios a estas expectativas. Me pregunto si tendremos que bajar al nivel de los recelosos para que, de alguna forma, podamos rescatar a aquellos que aún les quedan ganas para superarse profesionalmente. Aquellos que quieran dejar de ser meros entes funcionales, técnicos experimentados.
Quisiera cierta clarividencia para poder expresar a los demás el inmenso futuro que nos deparan los cuidados. Quisiera poder encajar todas las piezas de este puzzle para que vieran las maravillas que nos esperan. En definitiva, ya quisiera yo, explicar de forma clara y concisa en que consiste este laberinto, el laberinto de los cuidados.

 

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Publicado

2008-05-01

Número

Sección

Cartas a la dirección